Imaginémonos
una ratita blanca, de laboratorio, a la que unos psicólogos, con bata blanca
también, están intentando enseñar que debe hacer algo, concretamente, pulsar
una palanca. Para enseñarla ¿qué están haciendo? Utilizar el refuerzo positivo,
es decir, cada vez que la rata emite la conducta que se espera de ella ésta
recibe, como recompensa, una bolita de comida.
Todos
os imaginaréis ya a dónde quiero llegar, y es que hoy dirijo especialmente a
todos esos entrenadores a los que no les gusta eso de “la letra con sangre
entra” e intentan formar a sus deportistas con mejores métodos y más eficaces,
como el refuerzo positivo del que os hablo. Es más, también me dirijo a los
entrenadores más duros, por si les apetece hacer un cambio, aunque sea pequeño,
en sus métodos.
El
refuerzo positivo es una de las mejores técnicas de aprendizaje, y a veces se
nos olvida. El refuerzo debe ser algo que haga que una determinada conducta
vuelva a aparecer, y debe aplicarse inmediatamente después de dicha conducta si
queremos que ejerza su máxima influencia en el aprendizaje. El refuerzo
positivo es, por tanto, lo que podríamos llamar “premio”.
Y
ahora es cuando llega la parte más importante y la que más me gusta. ¿Sabéis
cuál es el tipo de refuerzo más eficaz? ¿Dinero? ¿Algún regalo material? Pues
no, el refuerzo que más funciona en el aprendizaje es lo que los psicólogos
llamamos refuerzo social, es decir, la alabanza, un “¡qué bien lo has hecho!”,
un “¡estás enorme!”, el aplauso, un pulgar hacia arriba, un gesto cómplice… Qué
curioso ¿verdad? Lo que menos nos cuesta hacer (o lo que menos debería) es lo
que una mayor y mejor influencia va a tener en nuestros deportistas.
Una
vez que sabemos esto ¿qué es lo que debemos reforzar? Aquellas conductas que
queremos que se aprendan y tiendan a repetirse, ya sean gestos técnicos,
cuestiones tácticas o cualquier otra cosa, por ejemplo, cualquier conducta
asociada al juego limpio, al esfuerzo, al trabajo en equipo… ¿Y cómo lo
hacemos? Pues bien, cuando estamos en el proceso de enseñar dicha conducta
debemos empezar reforzando cualquier acercamiento a ésta; volvamos a la ratita
blanca, si queremos que pulse la palanca debemos empezar a darle la bola de
comida cada vez que se aproxime a dicha palanca, así aprenderá que debe
acercarse, una vez que ya sabe esto sólo la reforzaremos cuando se aproxime de
manera notable, es decir, cuando la olisquee o cuando la roce; más tarde sólo
reforzaremos a la rata si coloca la pata o el morro encima de la palanca, para
finalmente, proporcionarle la bola de comida sólo y exclusivamente cuando
ejerza presión sobre ella, es decir, cuando la pulse, que era la conducta que
queríamos que la rata aprendiera.
¿Qué
quiero decir? Que de entrada no podemos pretender que aparezca la conducta
perfecta y no podemos esperar a ésta para reforzar a nuestros deportistas,
porque no sabrán si van por el buen camino y se desesperarán. Debemos reforzar
pasito a pasito, señores entrenadores, ¡que es gratis!
Virginia Sánchez Larriba
Psicóloga deportiva