Ya
sea en el ámbito deportivo o en cualquier otro, todos hemos sentido miedo
alguna vez. De hecho, me atrevería a decir que muchas veces. Si hablamos de
emociones, el ser humano puede sentir muchas, pero si quisiéramos hablar de
emociones básicas el miedo seria una de ellas, junto con la cólera, la alegría
y la tristeza, incluso podemos considerar básicas también otras como el amor,
la sorpresa, la vergüenza o la aversión o asco.
Es
cierto que hay emociones que nos cuesta más manifestar que otras (cada uno
tendrá su ranking), pero también me atrevo a decir que el miedo es una de la
que menos nos gusta a la mayoría.
Pues
bien, el miedo tiene su función, el miedo nos prepara para estar alerta, para
reaccionar, quiero decir, imaginad que en algún momento os encontráis de
repente frente a frente con un león, lo lógico sería que sintieseis miedo, y
menos mal, porque este miedo sería el que os avisara de que estáis ante un
peligro, y el que os prepare y os dé fuerza para correr como no habéis corrido
nunca y así poder alejaros del peligro.
Esto está genial, pero ¿qué pasa cuando el miedo aparece por un motivo diferente? ¿por algo que realmente no es peligroso para nuestra integridad? Pues cuando pasa esto normalmente nos avergonzamos de nuestro miedo, lo intentamos racionalizar y nos repetimos una y otra vez que es una tontería y que no debemos sentir miedo, y esto ¿nos sirve para algo? Pues lo siento, pero la mayoría de las veces, no. Centrándonos en el deporte, cuando un deportista tiene miedo de algún momento de la competición, tiene miedo de hacer algo concreto (tirar un penalti en fútbol, por ejemplo) o teme a la competición en sí tiende a intentar huir de él, sabe que no le viene bien e intenta luchar contra él diciéndose que no tiene que tener miedo, y normalmente usamos unas estrategias para que éste desaparezca, que lo único que hacen es alimentarlo.
Esto está genial, pero ¿qué pasa cuando el miedo aparece por un motivo diferente? ¿por algo que realmente no es peligroso para nuestra integridad? Pues cuando pasa esto normalmente nos avergonzamos de nuestro miedo, lo intentamos racionalizar y nos repetimos una y otra vez que es una tontería y que no debemos sentir miedo, y esto ¿nos sirve para algo? Pues lo siento, pero la mayoría de las veces, no. Centrándonos en el deporte, cuando un deportista tiene miedo de algún momento de la competición, tiene miedo de hacer algo concreto (tirar un penalti en fútbol, por ejemplo) o teme a la competición en sí tiende a intentar huir de él, sabe que no le viene bien e intenta luchar contra él diciéndose que no tiene que tener miedo, y normalmente usamos unas estrategias para que éste desaparezca, que lo único que hacen es alimentarlo.
Entonces
si tenemos miedo, ¿qué hacemos?
- * Lo
primero es aceptar que es algo normal, y que tenemos derecho a sentirnos así.
- * Aceptar
también que este miedo va a hacer sentirnos mal, es decir, nos va a hacer
sufrir un poquito.
- * No
culparnos por ello (no somos nosotros los que nos sentimos así, es el miedo que
ha aparecido el que hace que sintamos eso).
- * Saber
y ser consciente que ese sentimiento va a desaparecer.
- * No
avergonzarnos (os recuerdo que es el miedo, no nosotros).
- Y
por último, si este temor que aparece más veces de las que debiera y nos impide
alcanzar nuestros objetivos o llegar a nuestro nivel de rendimiento deseado,
pide ayuda a profesionales.
Por
último, no me gustaría acabar sin darte un consejo si eres entrenador: acepta
el miedo de tus deportistas, no intentes convencerlos ni racionalizar este
miedo, las emociones no entienden a razones.
Virginia Sánchez Larriba
Psicóloga Deportiva