En el mundo actual en el que nos movemos es difícil encontrar a alguien que comprenda de verdad como se puede llegar a sentir un entrenador de fútbol desde su posición en el banquillo, y más aún cuando este desempeña su labor sin esperar nada a cambio.
Es
común encontrar en el fútbol base personas que dirigen su equipo exprimiendo el
tiempo y con el máximo esfuerzo posible, vemos entrenadores llegar al límite de
sus fuerzas mentales y físicas todo por y para el equipo, con el único y sano
objetivo de ver a sus pequeños futbolistas ser mejores cada día. Es fácil
encontrarse impostores en el fútbol base, tanto como gente honrada y trabajadora
alrededor de la pelota y es por ellos por los que merece la pena apostar.
Ahora
que están a punto de concluir las
temporadas veremos a muchos entrenadores cerrar su trabajo en el más absoluto
silencio, porque esa es su mejor arma el silencio y que sea el tiempo el que
hable de su trabajo. La humildad y el silencio tienen que ser tus compañeros de
viaje durante todo tu tiempo en un banquillo, solo así serás capaz de alcanzar el respeto y éxito al mismo tiempo.
Difícil
es caminar durante una temporada sin esperar nada de ella, y aunque el entorno
de un entrenador se crea que espera algo de su trabajo en la base. Lo que
verdaderamente motiva el trabajo de un entrenador de fútbol base, es ver crecer
y progresar a sus futbolistas, en ocasiones hasta por encima de la misma
competición.
El
mejor premio para un entrenador que se cría y trabaja en la base, es poder
vivir el día en el que esos pequeños futbolistas alcancen la madurez
futbolística y porque no, el éxito deportivo.
Mirar
a los ojos de un futbolista mientras crece y ver un poco de tu trabajo
reflejado en él, es la mayor alegría que un entrenador que trabaja desde el
silencio y la humildad puede tener, esa es la mayor de las victorias que le da
a un entrenador el fútbol base.
Félix de Blas