Existen muchos tipos de problemas con los que los profesionales que trabajan en el fútbol base han de bregar a diario, pequeñas piedras que entorpecen el camino del futbolista en su viaje por la formación humana y deportiva. El más habitual de los problemas que aparecen en el día a día en el fútbol base, son aquellos que generan los padres del propio futbolista.
Por todos es sabido que los padres buscan los mejor para el devenir presente y futuro de sus hijos, pero en ocasiones en su camino por el amor fraternal los futbolistas pueden verse perjudicados, lo triste es que en la mayoría de los casos hasta que no hay una consecuencia real no se ve el problema.
Los múltiples papeles que los progenitores son capaces de adoptar en su incansable tarea de pulir a sus hijos, sortea toda lógica. Desgraciadamente el papel más habitual adoptado por los padres del futbolista es el aquel que tiene el forofismo como razón de ser, ese forofismo tiene muchas caras y la de “entrenador” es una de las preferidas por los padres de los jóvenes futbolistas.
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¿Padre o Hooligan?
Resulta paradójico como este tipo de padres sonríen y reconocen en las distancias cortas el trabajo del entrenador, para acabar siendo su mayor dificultad durante la temporada. Alguien dijo una vez que aquel padre que sonríe demasiado en las distancias cortas, es el primero del cual desconfiar. Sin duda, una triste verdad.
Dejando de un lado la evidente falta de respeto que supone hacia el profesional de un banquillo el tener en la banda varios padres dando instrucciones contrarias a las marcadas por el mismo, habría que prestar atención a cuanto tiempo dedica el pequeño futbolista a tratar de comprender o escuchar a “su padre” por encima de las órdenes del entrenador, la mayoría del tiempo en el transcurso del partido. Este desajuste en la comunicación directa entre entrenador y futbolista, supone un grave perjuicio tanto en la formación del chico como en el devenir de su propio equipo.
Desde el banquillo es una guerra perdida y algo muy asumido cuando haces frente al cargo el primer día. La reflexión debería de llegar desde el otro lado de la valla, hábitat más frecuente de este tipo de padre entrenador, pues el constante martilleo de instrucciones fuera de lugar y contexto solo sirve para entorpecer y confundir.
El propio entrenador es el que debe de equivocarse por si mismo, pues aunque lo hará cien veces en una temporada verse frenado por el ímpetu descontrolado de un padre irracional, es un lastre que acaba sufriendo el futbolista.
Esta es la reflexión a la que desde fotosybanquillo invitamos a todos aquellos padres que descargan sus órdenes desde la banda de manera descontrolada y sin medir consecuencia alguna, que piensen por un momento cual es el mejor modo para ayudar a los futbolistas siendo un barrera o un compañero de viaje.
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