Tener
poder y autoridad sobre algo o alguien no quiere decir que sepas administrar y
vivir con ese poder, simplemente te hace dueño de una evidente autoridad que
mal dirigida puede perjudicar mucho el ambiente que te rodea.
En
el mundo del fútbol base, que es el mundo que conozco, se mueven con mucha
dificultad lo árbitros que a diario tratan de hacer su trabajo y poner orden
haciendo cumplir el reglamento. Vaya por delante reconocer la dificultad que tiene
desempeñar este papel, cuando todo el mundo se cree con el derecho a
replicarte, corregirte y en ocasiones señalar tus errores e insultarte. No es
fácil trabajar en un ambiente que dé inicio sabes que siempre va a ser hostil.
Quizá
por todas esas razones, la verdadera dificultad que tienen los árbitros de
estas tempranas categorías es saber comunicarse y hacerse entender delante de
aquellos a quien se dirige, siempre haciendo que confluyan en exactitud la
autoridad y el respeto.
Es
habitual ver o escuchar como árbitros, en ocasiones chicos muy jóvenes, se
dirigen a jugadores o entrenadores con modos y maneras que ellos creen
adecuados, aunque sea evidente la falta de respeto hacia aquel al que se dirija.
Cualquier apreciación que se quiera hacer al respecto puede ser contradictoria para
el futuro deportivo del individuo.
Este
hecho hace que muchos jóvenes colegiados jueguen sus bazas con la cultura del
miedo, pues en sus poder esta parte del futuro deportivo tanto del futbolista
como de entrenadores. No tienen dudas en amonestar cosas que no ocurren o en
redactar actas con más mentiras y efectos especiales que una gran producción de
cine americano.
Me
refiero a esos árbitros que le dicen al jugador “que te calles”, “¿tú que dices
si vas perdiendo?”, “tu no me hables que te expulso” o simplemente llenan sus
actas de mentiras con el único objetivo de hacer daño y perjudicar.
Este
año en primera línea he vivido este tipo de actos que los colegiados hacen con
total impunidad por parte de las autoridades federativas. He tenido que
soportar sanciones a jugadores por actas redactadas con maldad absoluta,
árbitros que se dirigen a jugadores con flagrantes faltas de respeto y
situaciones indignantes e impropias de la belleza del deporte del fútbol.
Llegado
este punto deberíamos de reflexionar sobre si la impunidad de algunos estos “árbitros”
tiene que seguir campando a sus anchas por los campos de fútbol. Nadie controla
ni sanciona a estos personajes del fútbol, mientras ellos dañan el deporte que
representan.
Las
autoridades federativas y comités de competición deberían levantarse de sus
sillones e investigar estos hechos, en un campo de fútbol todo el mundo debe
comportarse de manera adecuada, ya seas jugador, entrenador o árbitro. Cuando la autoridad pasa a ser falta de respeto,
callar y esperar es lo único que está en nuestra mano hacer.
Las
dificultades a las que se enfrentan los árbitros a diario, no deberían de ser
excusa para que estos justifiquen comportamientos tan impropios de este
deporte. Nadie tiene derecho a faltar el respeto a nadie, por mucha autoridad
que tenga o represente.
Así
no señor colegiado, así no.
Félix de Blas