Por
todos es sabido que el fútbol es un deporte de masas, de logros, esfuerzo,
trabajo y sentimientos. El camino en este deporte es tan difícil como bonito,
más aun cuando la edad del futbolista sitúa a este en las primeras edades de su
desarrollo personal y futbolístico.
En
este plano la formación del individuo, que más tarde será futbolista, se debe
hacer personalizando cada aspecto de su naturaleza, pues lo correcto es tratar
el aprendizaje como el de una persona que se forma en un deporte, pero persona
por encima de todo y niño principalmente.
Es
habitual ver por los campos de fútbol como personas que estando al cuidado
formativo de niños, abandonan toda lógica convirtiéndose en entrenadores que
entrenan futbolistas y no en educadores que forman niños en un deporte.
Desde
aquí defenderemos siempre la actuación de los entrenadores del fútbol de base
en edad temprana, siempre y cuando estos adapten su metodología y planificación
a lo que realmente tienen ante ellos, niños.
Resulta
monstruoso observar a grupos de niños en edades tempranas como alevín o
benjamín, realizar tareas físicas muy
por encima de su desarrollo tanto personal como físico. Entrenadores que con
grandes alardes egocentristas tratan a grupos de niños con dureza extrema e
ignorancia superlativa, convirtiendo los entrenamientos en largos espacios
tormentosos que lo único que consiguen es que los niños se alejen de la
verdadera esencia de este bonito deporte.
Aún
hoy en día en el siglo XXI, donde las posibilidades de formarse son inmensas,
podemos ver por los campos a niños en edades muy tempranas soportando grandes
sesiones de carrera continua, cuestas, sentadillas, abdominales, gradas,
escaleras e incluso aguantando balones medicinales. Barbaridades que alejan la
realidad de esos niños del verdadero fútbol y lo que para ellos debería de ser
pura y sana diversión.
En
este aspecto, sorprende mucho comprobar como algunos de los padres de estos
niños no solo aceptan este tipo de metodología cavernícola, si no que la animan
y valoran positivamente. Alguien debería de hacerles entender que ciertos
“métodos” están contraindicados con ciertas edades, pues no solo nos olvidamos
de que para un niño el protagonista tiene que ser el balón, si no que su
integridad física corre peligro de verse truncada.
Lejos
de querer dar lecciones a nadie, defendemos este deporte como un medio para que
niños se relacionen y diviertan practicándolo, y no como una fábrica de
máquinas de fútbol.
Hagamos
que el niño se forme y sea persona, pues el deporte es el vehículo perfecto
para lograrlo.
Felix de Blas